A pocos kilómetros del pueblo, el puente de la estancia se alza, ayuda al hombre a cruzar el río. Para descansar del trasiego urbano, para llegar, campo traviesa, al otro lado donde la vajilla reluce y espera al viajante en busca de las leyendas. Al viajero que desea descubrir el origen de Patagonia, y la hermandad inquebrantable del gaucho y su caballo.
El que desea sentir el olor a cuero de la fina monta, y llenarse los ojos de horizonte. Volver al final del día para contar las hazañas junto al fuego. Escuchar la guitarra y el payar de los hombres y mujeres que descansan ahora en la tierra que llevan toda una vida cuidando. Y sentarse con ellos a saborear la comida largamente pensada para despertar los instintos.